Pesca en Chile: Las ganancias de la red.
Con más de cuatro mil kilómetros de costa, no sorprende que la pesca sea una de las industrias líderes de Chile. Su captura comercial es la séptima más grande del mundo. Después de un período de sobrepesca brutal, Chile definió un sistema de cuotas en 2001, que ayudó a estabilizar el stock . Sin embargo, esa ley expira a fines de 2012 y el Gobierno todavía tiene que crear un sistema que satisfaga a todos.
Si bien las compañías son libres de vender sus cuotas, originalmente fueron designadas en base a la división histórica de captura entre las firmas. Eso les dio a los operadores establecidos, que obtuvieron cuotas gratis, una ventaja sobre los nuevos participantes, que tuvieron que comprarles a sus rivales. Una serie de fusiones ha puesto el 91% de la cuota industrial total de jurel, sardinas y merluzas en las manos de sólo cuatro compañías. Como resultado, Lota Protein, una firma noruega que se instaló en 1995 en el puerto de Lota, está haciendo un llamado para que las cuotas futuras sean subastadas, para hacer la industria más competitiva.
El argumento persuadió a Sebastián Piñera, el Presidente de Chile que antes destacó por sus negocios, quien incluyó un sistema de subasta en un proyecto de pesca que envió al Congreso. Sin embargo, algunas subastas en otros países han salido mal -en Rusia y en Estonia las subastas estuvieron plagadas de boicots y acusaciones de que alentaban la pesca ilegal- y el mes pasado, el Congreso aprobó el proyecto, pero eliminó las subastas. El Senado ahora está decidiendo si es que se reincorporan o no.
Otro grupo afectado son los 86 mil pescadores independientes. Ellos navegan las aguas cerca de la costa en 13 mil naves, que van desde barcos semiindustriales hasta botes de remos. Debido a que las cuotas industriales han caído con el stock , los independientes en conjunto han ganado importancia: su participación de captura subió de 22% en 2000 a 52% en 2010.
El Gobierno quiere exigirles a los más grandes que compren licencias de pesca, que certifiquen el tamaño de sus capturas y, en algunos casos, que desplieguen sistemas satelitales de navegación a bordo para permitir que las autoridades los vigilen. Mientras tanto, el Gobierno promete otorgarles a los dueños de los botes más pequeños acceso exclusivo a “la primera milla” -el tramo de agua que está más cerca de la costa, que es rico en erizos de mar y mariscos- y aumentar la participación de los pescadores independientes en las cuotas totales para cada especie. En los próximos 20 años, esto significaría traspasar unos US$ 34 millones al año desde los grandes operadores a los pequeños.
El último punto de fricción son los impuestos. Piñera quiere que los dueños de los barcos industriales y de los barcos independientes grandes paguen un royalty de 3,3% sobre el valor de sus cuotas. Las firmas han dicho que un impuesto sobre las ganancias, como el de la industria minera, sería más justo. Todas estas disputas deben resolverse pronto para proteger la frágil industria pesquera de Chile. Entre 1995 y 2011, la captura de jurel cayó un 94%. Algunos científicos dicen que se necesitará un siglo para recuperar el stock.