by Paulo | 28 marzo 2017 2:04 pm
“Tiene mucha fibra y, como alga, produce saciedad gástrica al hincharse en el estómago y produce un efecto de barrido en el intestino por los mucílagos que contiene”, dice el doctor Ricardo Soto.
Un padre y su hijo están en la cocina de la casa. El padre quiere presentarle un nuevo alimento.
-¿Quieres una empanada? -le pregunta Raúl Godoy a su hijo de cinco años y agrega-. Es de mariscos.
El pequeño asiente y se la come.
-¿Te gustó? -le vuelve a consultar el padre, y el chico contesta:
-Papá, estaba rica.
En este diálogo, Raúl Godoy no dice todo lo que debería. La verdad es que la empanada era de cochayuyo, que si bien es un alimento que proviene del mar, no es un marisco, sino un alga “orgánica, de gran sabor, versátil y de excepcional valor nutritivo, y cuesta una quinta parte de la carne o el pescado. Además, puede reemplazarse en casi todas las recetas. Más aún, es exclusiva, de solo dos países del mundo: Chile y Nueva Zelanda”, plantea Luis Emilio Casanueva en la introducción del libro “El cochayuyo: historias y recetas” de la editorial Ocho Libros.
Luis Emilio Casanueva se radicó en Estados Unidos a los 21 años, donde residió gran parte de su vida. Allá estudió Economía en la Universidad de Columbia y en los setenta creó varias compañías, entre ellas Campolindo, una tienda de productos naturales.
Hace dos años, por un problema cardiaco que terminó en una seria operación, regresó a vivir al balneario de su infancia, Zapallar. Allí se reencontró con el cochayuyo y con Mariana González, la nana de su hermano, quien creó más de 30 recetas con el alga. Casanueva ideó un libro para rescatar este producto de origen. Fue en la sesión de fotos del libro, cuando el fotógrafo Raúl Godoy, le dio a probar el alga a su hijo de cinco años, a quien le gustó.
“Si a alguien no le gusta el cochayuyo es porque no ha probado uno bien hecho. Hay que perderle el miedo y el asco, porque a nadie le gusta un producto raro o malformado, es un gusto que se construye culturalmente, pero, por desgracia, ha sido mal preparado en nuestro país”, opina Casanueva.
Frena la diabetes
“Tiene mucha fibra y, como alga, produce saciedad gástrica al hincharse en el estómago y produce un efecto de barrido en el intestino por los mucílagos que contiene”, comenta el doctor Ricardo Soto, médico de la Universidad de Chile y fundador de http://www.medicinaconsciente.cl[1]. Con lo que está de acuerdo la nutricionista, quien comenta que por tener gran cantidad de fibras solubles, esta alga ayuda a combatir enfermedades crónicas como la diabetes, a reducir el colesterol, a combatir el estreñimiento y ayuda a adelgazar, “porque gracias a estas fibras, la absorción de los carbohidratos es más lenta, produce saciedad y evita los peak de insulina, al contrario de lo que ocurre con el pan, el arroz o el azúcar”.
El diabetólogo Rafael Ríos, de Clínica Vespucio, explica que “es posible que gracias a la fibra, el cochayuyo ayude a no elevar los niveles de insulina, pero nosotros (los médicos) no estamos recomendando su libre consumo, en exceso y sin control, porque al poseer grandes cantidades de yodo puede llevar a la inflamación de la tiroides (tiroiditis), que puede derivar en un hipotiroidismo. Incluso, en personas con nódulos a la tiroides puede hacer que éstos aumenten en número y tamaño”.
Contra el hipotiroidismo
“El cochayuyo es una súper alternativa y está muy validado por los equipos médicos”, dice Marcela Ortiz, nutricionista de la Red de Salud UC Christus.
Bajísimo en calorías y en grasas “el cochayuyo es un excelente alimento para los huesos, por su equilibrio de calcio y magnesio, además, tiene mucho yodo, ideal para el hipotiroidismo”, dice el doctor Ricardo Soto. Lo que sí, “los pacientes que sufren de hipertiroidismo deben tratar de no consumirlo”, dice la nutricionista.
Una pincelada de historia
Presente en las costas chilenas desde Coquimbo hasta Cabo de Hornos, el cochayuyo se da sobre las rocas y puede alcanzar hasta 15 metros de longitud. Su nombre proviene del quechua y significa hierba salada. Los mapuches lo conocen como collofe, pintura en mapudungún, ya que, además, de usarlo como alimento, también lo utilizaban para teñir. Se conoce como lunfo en Valdivia y raguay en Chiloé.
Actualmente, se sigue exportando a países orientales, principalmente, Taiwán, incrementando su recolección de un poco más de 2 mil toneladas en 2006 a más de 8 mil toneladas en 2014, según datos de Sernapesca.
Fuente: Las Últimas Noticias
Página 22 – LUN, martes, 28 de marzo de 2017[2]
El cochayuyo controla la diabetes baja la saciedad por comer y combate el estreñimiento
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